“La fiesta que nos ocupa hoy es un vínculo entre el
Antiguo y Nuevo Testamento. Muestra que la Verdad es seguida por símbolos y
figuras y que la Nueva Alianza reemplaza a la Antigua. De allí que toda la
Creación canta con alegría, exalta y participa en la alegría de este día. Este
es, en efecto, el día en que el Creador del mundo reconstruyó Su Templo; hoy es
el día en el cual, por un estupendo proyecto, una creatura se convierte en la
morada escogida por el Creador”
–San Andrés de Creta-
La Iglesia ha instituido la Fiesta de la Natividad de
María que se celebra el 8 de Septiembre. El Evangelio no aporta datos del
Nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Entre ellas, una que considerando
a María descendiente de David, señala que nació en Belén. Hay otra tradición
griega y la armenia, que señala que nació en Nazaret.
Basílica de Santa Ana en Jerusalén
No obstante
estas diversas corrientes, la que más prevalece es la del Protoevangelio apócrifo
de Santiago, del siglo II después de C., que coloca su nacimiento en Jerusalén,
en el lugar que debió existir una basílica en honor a María Santísima, junto a
la piscina probática (o Siloé), según relatan testimonios que datan entre los
años 400 y 600; tradición que se relaciona con el actual Santuario de Santa
Ana. Según esta tradición, debajo de esta basílica se encontraba la casa de
Joaquín y Ana, los santos padres de María. Después del año 603, el Patriarca
Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la
arqueología fue confirmando esta tradición. Esta fiesta es muy relevante en Jerusalén,
cuna de las 3 religiones monoteístas, por la acción unificadora de María, no
sólo para los cristianos, sino también para los judíos y musulmanes. Este
santuario fue el único que no destruyeron durante las cruzadas.
La casa natal
de María corrió la misma suerte que el resto de Jerusalén, con las
persecuciones, la destrucción del Templo, su transformación en un centro de
culto pagano, la diáspora del pueblo judío, etc. Fue Santa Elena, madre del
Emperador Constantino quien intercedió por la libertad de culto de los
cristianos. En la primera mitad del siglo IV, mandó realizar las excavaciones
que permitieron encontrar las huellas entre las construcciones, entre las
ruinas de un oratorio que la tradición señalaba que era la casa natal de María.
Giotto, Scrovegni Chapel. Padua, 1305.
En el Concilio
de Éfeso III, el año 431, se legitimó el título de Madre de Dios para María,
habiendo florecido las fiestas marianas en el Calendario Litúrgico, entre
ellas, la de la Natividad, la Anunciación, la Presentación en el Templo y la
Dormición. La fiesta de la Natividad se remonta a la primera mitad del siglo V,
en tiempos del patriarca Juvenal y de la emperatriz Eudosia, cuando se llevó a
cabo la dedicación de la Basílica de Santa María. Después pasó a Constantinopla.
Se empezó a celebrar en Roma hasta el siglo VII.
Hasta el siglo
V, sólo se celebraban los nacimientos de Jesús y San Juan Bautista; mientras
que a los demás santos sólo se les celebraba el día de su muerte, para indicar
la fecha en que habían nacido para la vida eterna. Con el nacimiento de María, se hizo una
excepción, aunque ni los evangelios hablan de eso y los apócrifos poco lo
relatan. La tradición cristiana lo aceptó y la Iglesia nos convoca a celebrarlo
con alegría.
Los evangelios
apócrifos del Pseudo-Mateo y el de la Natividad de María mencionan la situación
tan extrema en que vivía Joaquín, padre de María antes de su nacimiento. Vivía
apartado de su esposa Ana y muy triste por haber sido rechazado en el templo y
no haber sido bendecido, ya que no tenía descendencia y eso era considerado
oprobio para los judíos, a pesar de ser un rico miembro de las 12 tribus de
Israel.
Lugar donde nació María, bajo la Basílica
Se le aparece
un ángel a Joaquín mientras estaba con su rebaño y le invita a volver a su casa
porque su mujer estaba embarazada. Joaquín invita al ángel a entrar a su tienda
y consumir un cordero, pero el ángel le pide que mejor lo ofrezca en
sacrificio. Así lo hizo y el ángel sube al cielo junto con el humo. Cuando
Joaquín llega a Jerusalén, se produce un encuentro con Ana en la Puerta Dorada,
actual ‘Puerta de la Misericordia’, un acceso a la ciudad construido en el
siglo V, cuya barda fue construida por el sultán Soleimán en 1541. Según la
tradición judía, por esa puerta entrará el Mesías el día del Juicio Final.
La fiesta
tiene una orientación salvífica, cristológica, que nos permite contemplar la
esencia de María, como bien lo manifiesta la Liturgia:
Miqueas 5, 1-4ª. El profeta
anuncia la venida del Señor a Israel que vendrá de Belén de Judá. La Madre del
Mesías se presenta como una mujer que pronto dará luz y dará vida al príncipe y
pastor de la casa de David, que traerá justicia y paz. Ella trabajará al lado del
Mesías para formar un nuevo pueblo.
Romanos 8, 28-30. Este pasaje no habla directamente de María, sino
acerca del creyente justificado por la gracia de Cristo y dotado con el
Espíritu que vive en su alma. Él o Ella han sido escogidos y llamados desde la
eternidad para compartir la vida y la gloria de Cristo. Esto también se manifiesta en María, pero de
una manera privilegiada, como Esposa y Templo del Espíritu Santo, Madre del
Hijo de Dios e íntimamente unida a Él en un plan divino de predestinación y
gracia.
Mateo 1: 1-16, 18-23. El significado
de esta genealogía es teológicamente profundo: coloca a Jesús, el Señor y
Mesías, dentro del árbol genealógico de su pueblo. Es descendiente, y de hecho “el
descendiente” de Abraham (Gál. 3, 16) y de los patriarcas de acuerdo a las
promesas, siendo Él semi-heredero de los Profetas. El anillo de compromiso que une a Cristo con
su pueblo es precisamente María, Hija de Sión y Madre del Señor. La virginidad es enfatizada por el texto del Evangelio
como signo del origen divino del Hijo.
También el
propósito Cristológico no sólo predomina en la Biblia, sino también en la
celebración Eucarística y en la Liturgia de las Horas. Se puede observar que
aunque los textos de esta Fiesta son menos ricos que los de otras fiestas
marianas, tienen una característica digna de notarse: El número de temas es más
bien restringido, pero abundan las invitaciones a la alegría. De hecho, el tema
de la alegría se extiende por toda la liturgia de la Fiesta. Si muchos se han
de regocijar con el nacimiento del precursor (Lc 1, 14), mucha más alegría se
derrochará por el nacimiento de la Madre del Salvador. Por lo tanto, esta es
una fiesta que sirve de preludio a ‘la alegría del pueblo’ que se manifestará
con el Nacimiento del Hijo de Dios en Navidad, que generalmente se expresa con
himnos y villancicos.
A este tema de
la alegría en esta fiesta mariana, podemos agregar el de la luz porque con el
nacimiento de María, se dispersa la oscuridad y hay un nuevo amanecer para el
mundo que anuncia el Sol de Justicia, Cristo el Señor.
En el Antiguo
Testamento, ya se vislumbraba el rol de María en la Economía de la
Salvación. En Lumen Gentium 55 se explica:
“La Sagrada Escritura del Antiguo y del Nuevo Testamento
y la venerable Tradición, muestran en forma cada vez más clara el oficio de la
Madre del Salvador en la economía de la salvación y, por así decirlo, lo
muestran ante los ojos. Los libros del Antiguo Testamento describen la historia
de la salvación, en la cual se prepara, paso a paso, el advenimiento de Cristo
al mundo. Estos primeros documentos, tal como son leídos en la Iglesia y son
entendidos a la luz de una ulterior y más plena revelación, cada vez con mayor
claridad iluminan la figura de la mujer Madre del Redentor. Ella misma, es
esbozada bajo esta luz proféticamente en la promesa de victoria sobre la
serpiente, dada a nuestros primeros padres, caídos en pecado (cf. Gén., 3, 15).
Así también, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre
será Emanuel (Cf. Is., 7, 14; Miq., 5, 2-3; Mt., 1, 22-23). Ella misma
sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de Él con confianza
esperan y reciben la salvación. En fin, con ella, excelsa Hija de Sión, tras
larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura
la nueva Economía, cuando el Hijo de Dios asumió de ella la naturaleza humana para
librar al hombre del pecado mediante los misterios de su carne.”
El
nacimiento de María es ordenado particularmente hacia su misión como Madre del
Salvador. Su existencia es indisolublemente conectada a la de Cristo: con un
plan único de gracia. El misterioso plan de Dios acerca de la Encarnación de la
Palabra incluye a la Virgen que es su Madre. De esta manera, el Nacimiento de
María ha sido insertado en la Historia de la Salvación.
El Diario de
Adoración Bizantino nos brinda esta oración, que se llama ‘El Nacimiento de
María, tomado de Las Horas de Catherine de Cleves:
“Acérquense,
todos los fieles, apresúrense a la Virgen: Porque mucho antes de su concepción
en el vientre, la que nació del brote de Jesé estaba destinada a ser la Madre
de Dios. La que es el tesoro de la virginidad, el floreciente callado de Aarón,
objeto de las profecías, la niña de Joaquín y Ana, ha nacido hoy y el mundo se
ha renovado en Ella. Por su nacimiento, Ella inunda la Iglesia con su
esplendor. O santo Templo, Vaso de Dios, modelo de Vírgenes y fortaleza de
reyes: En ti, la maravillosa unión de dos naturalezas se ha cristalizado.
Nosotros lo adoramos a Él y glorificamos tu purísimo nacimiento y te
magnificamos”.
-Yvette Camou-
Referencias Bibliográficas:
Biblia de América. Editorial Verbo Divino.
2008. Aprobada por las Conferencias Episcopales de México
y Chile.
Foley, Leonard. OFM. "Birth of the Blessed
Virgin Mary". Franciscan Media. 2012.
Holweck,
Frederick. "Feast of the Nativity of the Blessed Virgin Mary." The Catholic Encyclopedia.
Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. 7 Aug. 2013.
Papa
Pablo VI. ‘Lumen Gentium’. Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II. No.
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Roten,
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