Blogueros con el Papa

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viernes, 19 de junio de 2015

Celebremos la Asunción de María Santísima con Devoción. Agosto 2014


Quién es el hijo que, si pudiese,  no volvería a llamar a la vida a su propia madre y no la llevaría consigo después de la muerte al paraíso?”
-San Francisco de Sales-



Así escribió San Francisco de Sales después de haber afirmado que no es lícito dudar que Jesucristo haya ejecutado a la perfección el mandato divino por el que se impone a los hijos, el deber de honrar a los propios padres.

Esta reflexión fue recogida por el Papa Pío XII, en la Bula dogmática  ‘Munificentissimus Deus’, con la que definió el dogma de la Asunción de María, en 1950.

A Don Bosco no le tocó celebrar esta solemnidad, ya que él murió en 1888, pero  sí conoció al Papa Pío IX, a quien sirvió con admirable lealtad., que definió solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción.

Existe una estrecha relación entre estos dogmas. Cristo venció a la muerte y al pecado, pero Dios no quiere conceder a los justos el pleno efecto de esta victoria sobre la muerte, sino cuando haya llegado el fin de los tiempos, por eso nuestros cuerpos mortales se disuelven y desintegran después de la muerte.  Pero la bienaventurada Virgen María está exenta de esto.  Escribe Pío XII: “Ella venció al pecado  con su concepción inmaculada; por eso no estuvo sujeta a la corrupción del sepulcro, ni tuvo que esperar la redención de su cuerpo hasta el fin del mundo”.

El Dogma de la Inmaculada Concepción había generado nuevas esperanzas después de 1854, cuando se definió que María estaba inmune de la mancha hereditaria de su concepción y los fieles se llenaron de una esperanza más viva, pidiendo con vivas instancias a la Sede Apostólica, esta gloriosa definición que dio lugar a la Solemnidad de la Asunción.

Don Bosco y Santo Domingo Savio vivieron con mucha alegría la  fiesta de la Inmaculada Concepción.  Don Bosco conoció la petición que Pío IX  envió a la Sede Apostólica sobre la Asunción.  Mientras  nosotros vivimos la vida partiendo de ‘muchas verdades’; ellos, al igual que María, partieron de una sola Verdad, glorificando a Dios.

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